*Graciela Morgade
En un reportaje publicado en Las 12 el viernes 24 de febrero, Sonia Alesso, la Secretaria General de la CTERA, hizo interesantes declaraciones acerca de los motivos del paro convocado para el 6 y 7 de marzo y su cercanía política (y no solo cronológica) con el Paro de Mujeres del día 8.
Dice Sonia Alesso en la entrevista: “En el caso específicamente femenino hay un cruce permanente de las multifunciones, como el trabajo, los hijos y las tareas de cuidado. Por ejemplo, cuando se discute el ausentismo docente. ¿Quiénes cuidan a sus familiares?, las mujeres. Cuando se trata de cuidar a los hijos, a la madre o a la suegra, nosotras somos las que nos quedamos en casa. Por eso es tan importante el debate en paritarias de las condiciones del trabajo. Además de la cuestión más específica del salario y de los edificios escolares, también es fundamental seguir discutiendo las políticas de cuidado, las licencias por violencia de género, las de maternidad o paternidad compartida, la licencia para parejas de igual o distinto sexo. Son debates en los que se avanzó precisamente porque hemos planteado las problemáticas de género en las paritarias, y en esas conquistas no tenemos que retroceder.”
No podría ser más clara la explicación del hilo que une las demandas.

Los gremios docentes convocan a un paro básicamente porque el gobierno nacional decidió no cumplir con la Ley de Financiamiento de la Educación (¿un paso anterior a derogarla por un nuevo decreto?). Esta ley establece, entre otros, que la discusión sobre el salario docente y las condiciones laborales debe realizarse en un marco nacional, para utilizar como “piso” posteriormente en las diferentes jurisdicciones. Y que el estado nacional deberá compensar las diferencias en aquellas donde los fondos públicos no sean suficientes. En otras palabras, debe garantizar que en nuestro país no hayan docentes “de primera” y docentes “de segunda”, según la economía de cada jurisdicción.
Evidentemente se trata de anular esa instancia largamente esperada en el campo educativo hasta la sanción de la ley en 2006. Es notable que el Ministro Bullrich, entonces diputado, no solamente votó a favor de la ley sino que su argumento se apoyó en la necesidad de que “cada ser humano que nace en la Argentina, tenga las mismas posibilidades de desarrollarse como ciudadano… porque esta educación de calidad, que es el objetivo de la inversión, tiene que llegar a todas partes, desde el pueblo más pequeño del norte de Salta o de Jujuy hasta el punto más austral de Tierra del Fuego”.
Ahora bien, si el salario docente se reduce hasta llegar a estar debajo de la línea de pobreza, como parece la perspectiva de algunas jurisdicciones, se están deteriorando, en una enorme mayoría, vidas de mujeres. Y así se esboza la continuidad con los reclamos del 8 de marzo.

Las mujeres estamos en el sistema educativo desde sus mismísimos orígenes, a fines del 1800. En esa época, ya estaba bien perfilada una fuerte división sexual del trabajo entre el mundo del trabajo remunerado, la fábrica por ejemplo, y el mundo del hogar y la domesticidad, masculino y femenino respectivamente. Según ese reparto de tareas, funcional al capitalismo industrial en desarrollo en ese momento, las mujeres eran “educadas para ser”, fundamentalmente, esposas devotas y madres ejemplares. Es decir, sumisas, afectivas y sin posibilidades de autostenerse económicamente. Obviamente muchas mujeres no lo eran, pero la fuerza simbólica del patriarcado pasaba entonces a transformarse en abierta represión, o encierro “por locura”.
Cuando surge la necesidad de convocar a grandes sectores de trabajadorxs para el sistema educativo, las mujeres estábamos ahí al alcance de la mano. Maternales para tratar bien a lxs niños, dependientes económicamente para poder pagarles poquito, y con muy pocas otras alternativas laborales que nos alejasen del destino de “ser maestra”. Al menos pocas de las consideradas decentes para las señoritas.
Así, ya hacia finales del siglo XIX comienzan a crearse las escuelas normales para niñas. Y desde entonces, sobre todo en las escuelas primarias y en el nivel inicial, según los datos disponibles, a lo largo del siglo XX las mujeres nunca fueron menos que el 85%.
Las mujeres se fueron “haciendo” maestras al mismo tiempo que la escuela se iba haciendo “femenina”. El magisterio aparecía fuertemente connotado como “moralizante con amor”, de “cuatro horitas”, y “muchas vacaciones”… muy “apropiado” para la vida de las mujeres… Mujeres que se feminizaban cada vez más en una tarea mal remunerada, controlada dentro del sistema y con frecuencia poco estimulada a la creación pedagógica. Los pedagogos que escribían los libros eran varones, ¡igual que los inspectores!. Es tan estrecha es relación que es casi impensable una escuela con pocas “seños”.

Pasaron casi 150 años de sistema educativo y según el censo de 2014, un 76% de lxs docentes son mujeres, que se reparten de manera diferencial según el nivel educativo: por ejemplo, un 99% de mujeres en el nivel inicial, un 92% en el nivel primario y un 67% de mujeres en el nivel secundario.
Y a pesar de los fuertes cambios que en nuestro país ha tenido la condición social de las mujeres, todavía sigue vigente un sistema desigual que, en intersección con dimensiones económicas, políticas, culturales, religiosas, generacionales, y varios etc., las mujeres, como grupo, resultamos afectadas. En particular, en momentos de ajuste y achicamiento del estado como el que estamos viviendo.
Cuando no hay vacantes en las escuelas, cuando no hay insumos en los centros de salud, somos las mujeres las que mayoritariamente vamos a buscar la salida…Cuando el desempleo y la miseria golpean a las familias, cuando se reducen los derechos de niñxs y adultxs mayores, nuevamente el peso mayor de la carga es sobre los cuerpos de las mujeres (¿quién cuida a lxs hijxs de las mujeres que enseñan a nuestrxs hijxs?). Cuando se desmantelan los servicios de acompañamiento en situaciones de violencia de género, son sobre todos esos cuerpos femeninos lo que penan y, cada 18 horas, mueren.
Y no puedo dejar de pensar que el intento de quebrar la huelga docente con “voluntarixs” es parte del mismo retroceso conservador que descalifica al trabajo de enseñar, volviendo a la idea de que “más o menos” cualquiera puede hacerlo.
Por eso los feminismos son movimientos que se articulan con otras formas de la lucha contra el capitalismo salvaje, el odio a lxs migrantes o el retroceso de la democracia.
Estos procesos que estamos viviendo tienen una clara manisfestación en el campo educativo en particular, con el desmantelamiento de una herramienta educativa clave en la batalla cultural contra el machismo: el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. La política de descentralización que el Ministerio de Educación y Deportes está impulsando, a primera vista parece simpática pero, sabemos, deja en las jurisdicciones la decisión de continuar o no con los proyectos y solo abona a la desintegración nacional y la profundización de las desigualdades entre argentinxs.
La ESI es fruto de la pelea del movimiento de mujeres para poder dar una dimensión más precisa a los enunciados de la Ley Nacional de Educación. La “ESI” es un producto de las tensiones pero también de la convergencia posible entre la política institucional, las políticas públicas y los movimientos sociales, que le dieron y le dan contenido a un proceso en construcción permanente.
La ESI busca transformar “las prácticas” desde una visión integral de la sexualidad, una perspectiva de género y derechos; es decir, un enfoque que apunta a visibilizar las formas de potenciación y disfrute, y también las injusticias y las violencias que los sujetos padecemos por nuestra condición sexuada. La ESI estimula a que escuela y familia (o sea, mayoritariamente aún, maestras y madres) se reconozcan desde una mirada sensible, colaborativa y respetuosa. Y por ello es parte del reclamo del gran movimiento de este 8 de Marzo con el lema “para decir #NiUnaMenos hay que defender a la Educación Sexual Integral”.
No será con docentes precarizadxs, empobrecidxs, descalificadxs, que en su enorme mayoría son mujeres, que este proyecto de justicia se llevará a cabo.
No retroceder en las condiciones laborales logradas en las paritarias y en los proyectos pedagógicos conquistados en la militancia une al movimiento docente y al movimiento de mujeres.
Saludemos esta sinergia. 6 y 7 y 8 son expresiones de una lucha común.