Escribiendo la época, lecturas de otras infancias

*Mercedes Minnicelli, desde Mar del Plata

¿Se puede establecer algún tipo de relación entre la “devolución” de niños inicialmente adoptados o en tránsito de serlo, con la iusión de cambio que vivimos en esta época? ¿Cómo se llega a la escena de “devolución” de un niño o una niña? ¿Es apropiada esa manera de denominar el acto? Aquello que podría haber incidido en este desenlace ha sido ¿necesario? ¿Innecesario? ¿Evitable? ¿Contingente? ¿Responde a que han sido mal evaluados los candidatos a ser padres adoptivos? Averiguarlo requiere que nos atrevamos a su sistematización e indagación más allá de cualquier respuesta apresurada.

I. En los tiempos que corren la idea de progreso que instaló la modernidad, muestra su más absoluto fracaso cuando asistimos al retorno, al regreso, a la vuelta hacia formas de trato social que sólo de manera ilusoria podrían haberse considerado desinstaladas cuando la condición humana se muestra en crudo.

Asistimos a la devaluación y atribución de sentido contrario a ciertos términos que nos resonaban como movilizadores de utopías. Eso sucede con la palabra “cambio”. Tener o no tener cambio, lejos de referir a transformaciones sociales que repercuten en lo subjetivo de manera vital y favorable, resulta un panfleto vacío de ciertas significaciones portadoras de ideales.

Sin bien debemos estar advertidos cuando los cambios de los que hoy se hablan exponen, de manera vil en muchos casos, que las acciones políticas nunca son definitivas, que están sujetas a variantes históricas de significación y sostenidas por los sujetos, lo que puede vivirse como una amenaza, en sí mismo conlleva también la oportunidad de vivirse contemporáneo, como tal, protagonista de la época.

Claro que nada más complejo que vivirse contemporáneo. Nada más complejo que enfrentar la exigencia de no poder estar a la altura de las circunstancias, de estar en falta con lo que entendemos sería necesario hacer y, a pesar de ello, insistir y no ceder desde el margen de acción singular y de pequeños colectivos profesionales, técnicos, legos, institucionales ante lo que podemos considerar el discurso del mercado hecho cuerpo y acción socio-jurídico-institucional.

Me quiero referir a la ceremonia mínima, la escena que recorta el momento en el cual en los juzgados de familia de nuestro país, personas que en otros momentos se habrían dispuesto a la adopción, claudican y se dirigen para devolver a los que alguna vez, idearon como hijos. Claro que, los ideados hijos, hablan, sienten, viven y, sobre todo, habiendo vivido en clave de derechos, sostienen los hilos con su historia aunque ella haya resultado nefasta.

Tomaré como punto de partida para esta brevísima reflexión el dicho que expresa “vengo a devolverla”, para referir a quienes “entregaron” en adopción y “devuelven” luego de un tiempo de convivencia.

Debería hacer un largo desarrollo para contar como llego hasta este punto de recorte de esta frase y no es la primera vez que escribo sobre el tratamiento social de los problemas de la niñez y adolescencia contemporánea, sin embargo, el tema me parece exceder a lo indagado hasta el momento. Debo admitir que este hecho me resulta impactante y deseo compartir la aflicción que, entiendo, debe hacerse operativa y, siguiendo el texto como una ceremonia mínima, como dicho o hecho condensado que transporta – en su repetición – una verdad que requiere de su despliegue, se impone su interrogación y análisis porque bien podría considerarse ¿Qué tiene que ver este hecho con el presente, con la ilusión de cambio entendido como retorno a lo siniestro de nuestra historia?

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II. Me interesa mucho que pueda visibilizarse este problema en y por el cual, se hace presente en un mismo gesto la historia de nuestro país, la de apropiación, presente en las nominaciones (entrega – devolución) con la respuesta de los chicos, quienes vivieron en clave de derechos y, ya nos dan señales de otra forma de filiación en la cual la apropiación no es consentida, al menos por ellos aunque esto sea a su pesar y, queden malheridos por la vida.

Una primera cuestión, si bien ciertos accidentes de la vida son contingentes a la biografía de cada quien, las intervenciones de parte del Estado respecto de ellos no lo son. ¿Nuevo límite u oportunidad?

Veamos. Escribir / graficar trayectorias institucionales, nos ofrece una clave en tanto provoca a narrar, contar, historizar, recorriendo de nuevo el camino. Al hacerlo, el relato va generando el hilado de lo suelto, disgregado, deshilachado. En ese andar, los recuerdos de los operadores del sistema. En ese andar, las diferencias resultan significativas según haya habido trazas donde hallar puntos estables, amarras, respecto de aquellos casos en los cuales eso no se produjo. El gráfico es simple. En el eje vertical, todas y cada una de las posibilidades de intervención institucional (hospital, hogar de tránsito, hogar convivencial, escuela, guarda, adopción). En el eje horizontal, la línea de tiempo. La base, vida en familia (cualquiera sea su forma). Entre vivir y familia y, vivir en familia el trazo de las intervenciones del Estado. El registro es de aquellos casos en los cuales fueron “devueltos” (sic) de procesos de guarda/adopción.

En esas trazas, en esos lazos, el guion de la novela social e institucional de cada niño y niña cambia, según haya habido personajes oficiando como algo o alguien que actúa de referencia, respecto de los otros que sólo promovieron más disgregación subjetiva. Es interesante distinguir los guiones de las novelas, lo significativo que resulta cuando, además, esa referencia ha sido sostenida por la pertenencia a la escuela. No se trata de la escuela como institución, sino a que alguien de la escuela, resultara quien, con su palabra, escucha, mirada, diligencia, haya marcado que había allí un espacio perteneciente a esa nena o ese nene en los momentos críticos en los cuales, todo, absolutamente todo, se estaba desmoronando a su alrededor.

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III. Retomemos un punto central. Ya suena inadmisible la terminología “entrega” – “devolución” cuando de niños se trata. Es preciso redefinir la enunciación del problema. Un sujeto puede hallarse o no a gusto en un sitio, en un entorno familiar o institucional. El sujeto entra y sale de la escena, incluso los niños y niñas. Un sujeto no se devuelve, tampoco se entrega. Eso sólo concierne a los objetos.

Evidentemente no es sólo un problema de enunciación, aunque, por allí ingresamos a un reposicionamiento del (y ante) el problema. Atreverse a percibir al presente en sus claroscuros, nos lleva a descubrimientos contemporáneos que nos permitan transformar este momento, ponerlo en relación con los otros tiempos, leer de modo inédito la historia, “citarla” según una necesidad que no proviene en algún modo de su arbitrio – tomando texto de Giorgio Agamben – Es como si aquella invisible luz que es la oscuridad del presente, proyectase su sombra sobre el pasado y éste, tocado por ese haz de sombra, adquiriese la capacidad de responder a las tinieblas del ahora.

¿Los niños y niñas contemporáneos se resisten a ser adoptados? ¿Conservan sus lazos filiatorios y, cuando se pretende borrar su historia, resisten y enfrentan a quienes intentan expropiarles aquello que les queda de la escena familiar desavenida, criminal en algunos casos, pobre en otros…?

Sin dudas, filiación y crianza no siguen el mismo circuito libidinal. El problema tan viejo como el mundo, nos remonta a los relatos míticos, a los rescates ante abandonos, las zagas, los héroes, los demonios y las hadas. Desde esta perspectiva, surgen otras posibilidades de abordaje que requieren ser consideradas de manera prontísima. Probablemente, su resistir a la adopción, su hacerse reintegrar al hogar cuando pretenden cambiarles el nombre, no permitir mantener contacto con sus hermanos y hermanas, nos digan más de lo que suponemos.

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IV. Algunas reflexiones me resultan necesarias. Un malentendido se genera cuando crianza se análoga a filiación, y filiación a crianza. Estos casos abonan la hipótesis que enuncia la relación asintótica[1] entre filiación, crianza y ley. Puede operar la filiación sin crianza y, bien puede haber crianza sin filiación familiar. Lo que no es posible es que una u otra queden por fuera de la ley.

Atender a este problema es parte de la posibilidad de interferencia y modificación de aquello que insiste y oficia como incomprensión interdisciplinar: no todos hablamos de lo mismo cuando nos referimos a la infancia, a los niños y a aquello que los aqueja.

Dos casos, dos caminos. En el primero, el pedido especial ante la imposibilidad de tolerar las condiciones de crianza fue “Jueza, mándame a vivir donde digas, pero déjame seguir en la misma escuela, ahí tengo a mis amigas”. La jueza escuchó. Al poco tiempo, una de esas amigas se fue convirtiendo en su hermana. Dicen que “se auto gestionó” una adopción. En el otro caso, la escuela no resultó referencia, por el contrario, celebró el pase.

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V. Hay que barajar y dar de nuevo. Con esa propuesta se gestó un espacio habilitado para el encuentro entre chicos y chicas que vienen teniendo experiencias de intervenciones institucionales con desenlaces similares. Chicos y chicas que han entrado y salido de entornos familiares sin configurar allí, un especio de pertenencia.

Fue creado bajo la figura de club[2].  El significante de la afiliación y la pertenencia al club, ofician como referencia. Club del PEF, es club del Punto de Encuentro Familiar. Desde allí, por la escucha de lo que no entra en ningún expediente, se van haciendo posibles experiencias subjetivantes al tiempo que es posible atender y dar lugar a condiciones de posibilidad para el encuentro entre hermanos y hermanas no convivientes. Las cartas, las fotos, los intercambios telefónicos resultan a veces lo posible. Otras, la merienda de hermanos los reúne a quienes residen en diferentes familias adoptivas.

De carta en carta, de foto en foto, de intercambio en intercambio, de merienda en merienda, los lazos se actualizan. No deja de inquietar el testimonio de cómo se revitalizan. Es conmovedor descubrir esta posibilidad aunque aún no resulte tan sencillo tejer redes entre profesionales y sectores intervinientes.

En el club del PEF hay una mesa grande en torno a la cual, quien llega, se va ubicando. El salón amplio cuenta con rincones de juego, al modo de una ludoteca con sectores de biblioteca de cuentos, armario de plástica, juegos de salón, sector de peluches, sector de películas/video). En un rincón, un armario con lo necesario para hacerse la merienda y compartir algo para comer. En cada encuentro, sostener la pregunta por la escuela es una consigna compartida por todos.

El relato de la desaprobación llama la atención. La materia en cuestión es ética y ciudadanía. Los motivos, resultaron políticos. La pelea con la profesora tuvo como objeto qué quiere decir familia. La profesora, dijo que la familia es la nuclear o ampliada. Para ella, familia la que tiene con su hermana y sobrino, aunque no sean convivientes. Resistieron a vivir en familia si ello implicaba separarlos.

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VI. Evidentemente, asistimos a un choque cultural. Los chicos, los que hoy son adolescentes, nacieron en clave de derechos y, desde allí, ni la filiación ni la crianza – aunque lo intenten – pueden ser leídas como registro de propiedad y, aún, no se encuentra el camino allanado para que pueda ser la pertenencia la que regule los intercambios.

Somos contemporáneos de una época de transformaciones. El vértigo de los cambios nos sacude en fibras íntimas, en fantasmas ancestrales que ciertos ideales de familia prometieron morigerar. El fantasma del abandono parental, mítico, se hace carne en estas vidas que nos enseñan a diario cómo más allá de la crueldad vivida, puede ser el gesto ético lo que restablezca la dignidad del lazo social. Ellos rescatan la fratria. Los más grandes piensan en sus hermanitos más chicos. Los más pequeños, adolecen por ese discurso que dice “a los chicos grandes no los adopta nadie”. Viven la culpa del sobreviviente. La crianza obliga a separarlos. Son muchos, nadie puede con todos juntos.

La época, la nuestra, tiene un Código Civil y Comercial que nos habla de posibilidades que rompen todos los esquemas que durante décadas buscaron configurar compartimientos estancos cuya movilidad resultaría en desgracia y tragedia. Las madres con padecimientos psíquicos, o con debilidad mental que bregan por sus hijos aunque no pueden criarlos, nos confrontan a nuevas estrategias. Hoy, estos adolescentes muchas veces son sus hijos y nos convocan a nuevas invenciones de lazos favorables cuando, a su vez, bien se sabe ya que nada vinculado a la maternidad y paternidad responde a cuestiones biológicas ni naturales. La maternidad, la paternidad, la filiación son hechos de discurso.

La época, la nuestra, nos lleva a marcar advertencias cuando se trata de un retorno a formas conocidas en su crueldad. Con la crueldad no se negocia.

Si filiación y crianza mantienen entre sí un vínculo asintótico, lejos de ser el fin, se habilitan otros lazos, donde la amistad puede ser lo que liga por elección, por adoptarse recíprocamente. Por respetar otros trazados cuando entre tu historia y mi historia, pueda haber nuestra historia. La historia se hace presente como narrativa cuyos significantes se resignifican.

La amistad, hace a la experiencia de vivir, sobre ella no se predica. Seguramente, la escuela fue amiga cuando el mundo se le derrumbó, y con ese lazo, resultó posible seguir amarrándose a la vida y a continuar la narrativa de historias que encuentren digno a quien deba dar cuenta de su práctica.

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VII. Me atrevo a considerar que estas son conversaciones necesarias. Nos atraviesan en lo que consideramos como Educación, Cultura y Política. El estudio analítico crítico del sistema de protección de derechos que realizo desde hace más de veinte años, indica que hay mucho por hacer aún. También indica que es estructural el cambio realizado en tanto es el texto marco constitucional y el Código Civil que nos rige el que marca el límite que la ley impone a cualquier gobierno y, en ese sentido, debe haber programas sociales, culturales, educativos, de salud y protección de derechos. Insisto, tal como se demuestra en Mar del Plata por la presentación de un recurso de amparo de incidencia colectiva, el estado municipal debe reponer programas a los cuales había desfinanciado.

Vivirse contemporáneo nos convoca en el límite de lo posible, sabiendo que aún es mucho el camino por recorrer, se trata de avanzar porque cualquier retroceso que hoy se pretenda realizar, será no sólo ilegítimo sino ilegal.

Las mallas sociales, los entramados sociales son casi invisibles y, estos casos que emergen como el puente de lazo social necesario nos muestran cómo se vive la precariedad subjetiva cuando se caen las redes de sostén. Las filiaciones, los lazos, se sostienen en dispositivos que, amistosamente, convocan a aprender con otros. Allí la educación ocupa el lugar más caro al sistema, en tanto por la educación, dentro o fuera de la escuela, se entrama lo social, se generan redes de apoyo, se fortalecen los lazos familiares.

Estudiar la región de Mar del Plata, nos ha llevado a encontrar de manera fehaciente el dato que no se quiere hacer visible: se incrementan las medidas de abrigo, las medidas excepcionales, (aquellas que implican el retiro de los chicos de su medio familiar para su protección) y, aumentan las denuncias por malostratos y abusos de diferente orden, en aquellas zonas en las cuales hay menos dispositivos socio-educativos, culturales, deportivos, literarios, de entretenimiento, plazas y demás. Es decir que la solución está a la vista.

Nuevamente volvamos a qué implica sentirse contemporáneo. No es sólo denunciar el presente, enaltecer el pasado y marcar el futuro negro sino vivirse protagonista de los acontecimientos, dividir el tiempo presente para proyectarlo en futuro y, no ceder ante la inquietud que nos implica un hacer – siempre incómodo- para transformarlo.

Poner en relación esta época con otras, implica celebrar que los chicos hoy hablen y deban ser escuchados. Implica celebrar la época en la cual contamos con múltiples saberes para revertir en poco tiempo si hay deseo decidido, la desvitalización en la cual hoy se encuentran muchos chicos. Ofrecer una mesa para dialogar, algunos juegos y un espíritu aventurero, convierte la desazón en otra épica, en otras razones vitales para descifrar lo posible por ceremonias mínimas.

Gracias por el convite amistoso, a encontrarnos en diálogo, escribiendo la época.

[1] Asintótica. Se dice que una línea recta es asintótica a una línea curva, cuando se acerca a ella de manera continua e infinita, sin nunca llegar a tocarla.

[2] Dispositivo Punto de Encuentro Familiar Mar del Plata. Para ampliar el tema se puede consultar www.psicoinfancia.com.ar / publicaciones. Club del PEF / MH

Imagen 1: Que Digital (2015) Recuperado en: http://quedigital.com.ar/sociedad/adopciones-una-segunda-posibilidad-de-que-los-chicos-tengan-padres/

Imagen 2: Ibid

Imagen 3: Sin Mordaza – El litoral (2014) recuperado en: http://www.sinmordaza.com/noticia/313846-adopcion-de-83-chicos-solo-la-mitad-consiguio-familia.html

Imagen 4: La gaceta Salta (2016) Recuperado en: http://www.lagacetasalta.com.ar/nota/53999/sociedad/tres-hermanitos-buscan-familia-adoptiva.html

Imagen 5: Foro por la niñez (2016) recuperado en: http://xn--foroporlaniez-skb.org.ar/2014/09/un-nuevo-procedimiento-de-adopcion-con-serios-interrogantes/

Imagen 6: Misiones Online (2016) recuperado en: http://misionesonline.net/2015/04/23/santino-el-bebe-del-milagro-que-aun-espera-por-una-familia/

Imagen 7: Embarazo y maternidad (2015) recuperado en: http://www.embarazoymaternidad.info/wp-content/uploads/2015/06/el-defectuoso-sistema-de-adopci%C3%B3n-en-Argentina.jpg

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